Vivimos
rodeados de radiaciones electromagnéticas, unas de origen natural y
otras, la mayoría, de origen artificial, procedentes de la actividad
de toda una colección de aparatos de manufactura humana.
Tabletas
y ebooks conectadas mediante WiFi (2.400MHz), dispositivos bluetooth
como los teclados y ratones inalámbricos (2.400 MHz), teléfonos
inalámbricos (2.000MHz), ruter WiFi (2.400MHz), hornos microondas
(2.400MHz), teléfonos móviles (1.900 Mhz)...Y esto es sólo el
comienzo, cada vez más dispositivos estarán conectados a redes
diversas, ya sean las etiquetas RFID, ya sean aparatos de más
entidad, son ya una realidad los electrodomésticos conectados a
internet y para que los tetrabrics de la nevera lo esten la única
barrera (cada vez más baja) es el coste. Las conexiones domésticas
que ahora podemos contar con los dedos de una mano pasaran a ser
centenares (domótica, computación ubicua, realidad aumentada...).
Y
además de los emisores domésticos tenemos toda la red de
repetidores y antenas cada vez más numerosa y extendida.
Las
radiaciones en que emiten estos aparatos son de baja energía y no
son ionizantes. En su interacción con los organismos vivos “SOLO”
producen un aumento de la temperatura.
Toda
la normativa internacional establece límites muy altos, en Europa
una dosis de 2W/Kg (la dosis máxima producida por un móvil es de
1W/kg), sin embargo se han detectado efectos diversos a niveles más
bajos: cambios en la actividad eléctrica del cerebro o en el
metabolismo de la glucosa. No hay estudios sobre dosis bajas pero
continuadas a lo largo de mucho tiempo, entre otras cosas porqué
hace pocos años que se ha extendido esta tecnología y todavía no
es posible tener datos epidemiológicos fiables.
Este
mes de mayo (31-V-2011) la Agencia Internacional de Investigación
sobre el Cáncer (IARC, http://www.iarc.fr) una agencia dependiente
de la OMS ha clasificado los campos magnéticos de las
radiofrecuencias como posibles carcinógenos para los seres humanos (
grupo 2B) basándose en un mayor riesgo de aparición de glioma (un
tipo de cáncer cerebral).
En
los trabajos que han generado esta clasificación se estudiaron las
radiaciones de radares y microondas, señales de radio, de televisión
e inalámbricos y sobretodo teléfonos celulares.
La
problemática de los móviles se considero importante debido al gran
número de usuarios (unos 5.000 millones) y a que cada vez está más
extendido su uso entre los niños. La IARC, que no tiene ningún
poder ejecutivo, recomienda limitar el uso de telefonía móvil y de
dispositivos inalámbricos y alejarlos lo máximo del cerebro.
Además
de la posible carcinogenidad está la, poco estudiada y nada
reconocida, electrosensibilidad. La electrosensibilidad es un
fenómeno (en sentido estricto, ya que no se puede hablar de
enfermedad porque no está reconocida como tal en España) causado
por la exposición continuada a campos electromagnéticos, que
provoca síntomas como vómitos, dolor de cabeza, mareos, depresión,
irritabilidad o pérdida de memoria a corto plazo. Algunos expertos
creen que los afectados tienen un sistema inmunológico débil o que
hay personas más sensibles a los campos generados por las
radiaciones de la telefonía móvil, del wifi, las líneas de alta
tensión y los electrodomésticos.
En
Suecia, las personas que sufren electrosensibilidad
han pasado de ser el 0,63% de la población en el año 1995, al 9% en
el año 2004. En Austria, el porcentaje ha subido del 1,5% en 1995 al
13,3% en 2003.