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La invasion de los chips embrutecedores

El mundo de los juguetes está siempre de actualidad sean las fechas que sean, pero alrededor del solsticio de invierno parece obligado hablar de ellos debido a la tradicional concentración de gasto durante navidades/ reyes.
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Mucho hay que hablar sobre el carácter de los juguetes en la adquisición de roles sexuales y sociales, también en el desarrollo de habilidades conectadas con la producción o con la reproducción del sistema. Hay una crítica en estos aspectos (género, clase, globalización...) que se mantiene activa desde hace muchos años,
adaptándose a la evolución del sistema. Las campañas contra el juguete sexista o contra el juguete bélico se repiten año tras año, enriquecidas con pinceladas anticonsumistas.

La microelectrónica ha invadido agresivamente el espacio de los juguetes, igual que lo ha invadido todo. Empezó con unos inocentes chips sonoros en libros y otros juguetes, pero lo importante era el libro o el muñeco. Rápidamente ha ido ganando espació y complejidad y tomado el protagonismo.



La tecnología tiene un camino propio y lo que, hace unos años, era solo un emisor de sonidos (el chip del mugido de la vaca) ha acabado siendo un mecanismo complejo de respuestas interactivas, no ya sólo de sonidos, i no también de palabras en diferentes idiomas y de preguntas “sencillas” del usuario al juguete y del juguete al usuario.

La industria juguetera es hoy en día una de las actividades punteras en la introducción de nuevas tecnologías y materiales. Los juguetes principales de los niños “mayores”, los de mas de 4 o 5 años, ya son los mismos artilugios que usamos los adultos para jugar o trabajar.Los regalos más apetecidos a estas “avanzadas” edades son los mismos móviles, ipods, ordenadores portátiles, ipad’s etc, etc … que ambicionamos los adultos.

Así que el sector a colonizar por las empresas jugueteras es el de los más jovencitos, entre los 0 y los 3 años. Aquella edad en que antes con un sonajero de plástico y unos cubos de madera pintada daban satisfacción suficiente a pdres y niños. Ahora el negocio de Disney, Eduland, Tiny Love, Fisher-Price, Chicco, Smoby, Diset... y otros buitres, exige electronizar la vida de los bebes.

En España el sector juguetero mueve la friolera de 1.358 millones de euros al año, i 253 de estos millones va destinado al usuario preescolar (el preescolar es el subsector más importante, con alrededor del 20% de la cuota), de hecho nos gastamos, en juguetes, 128€ al año por cada niño menor de 4 años.

Peluches que cantan y cuentan cuentos, que enseñan números, letras, idiomas... sonajeros y móviles con música y luz incorporados, incluso mantitas para el suelo con todo tipo de actividades mediatizadas por los microchips, para que el niño en casa se sienta como en la escuela.

El bebe que pierde el tiempo chupándose un pie es un irresponsable poco  competitivo, lo que ha de hacer es prepararse para la vida... aprendiendo inglés, por ejemplo...

En un ejercicio de paciencia hemos tomado un catàlogo de juguetes del Corte Inglés y otro de la progre Cooperativa Abacus. Hemos contado los juguetes, destinados a los preescolares, con componentes electrónicos sofisticados (microchips), dejando fuera los dudosos, los artilugios mecánicos y los motores.

El resultado ha sido parecido en los dos casos, un 53% de los juguetes del Corte Ingles i un 55% de los de ABACUS tienen componentes electrónicos sofisticados (en este porcentaje no van incluidos los DVD, CD ni juegos para ordenador), podemos decir pues que nos gastamos unos 70€ en chips para bebes.

Nos podemos preguntar si, además de la proyección de los deseos y expectativas de los adultos sobre los bebes, hay otro significado en esta “invasión” de los chips entontecedores. Y también si a través del juguete electronizado no hay una mediación y una impregnación en modos de comunicación tecnificados que dejará
en nada a los “nativos digitales” actuales.

También nos podemos preguntar si los bebes criados con la necesidad de una “interactividad electrónica” omnipresente se relacionaran entre ellos de un modo parecido a como nos hemos relacionado durante miles de años y sobretodo si esta nueva relación mediatizada no va generar personas más infelices, manipulables i dominadas que las que ya ha generado la civilización durante los últimos tres o cuatro mil años.